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Enfrentándonos a un nuevo virus: una catástrofe anunciada

  • 7 min read

Actualmente enfrentamos un virus que ha producido cambios radicales en nuestra vida. Casi todo lo que pensamos, hacemos y hablamos está relacionado con esta nueva realidad.

Virus es una palabra de origen latino que quiere decir veneno o ponzoña. Su significado ha ido cambiando gradualmente hasta llegar al concepto que usamos hoy.

Desde hace unos meses esta palabra es parte del vocabulario que usamos a diario. Junto con otras como: pandemia, coronavirus, cuarentena, confinamiento, distanciamiento social, aislamiento, toque de queda, COVID-19, infodemia, teorías conspirativas

Los virus nos han acompañado siempre. Seguirán surgiendo y retándonos como en el pasado. Las epidemias han dado forma al mundo, cambiando el curso de los acontecimientos en muchas ocasiones.

Devastación y muerte a su paso

Virus como la viruela y el sarampión aparecieron por primera vez hace miles de años en Europa y el norte de África. Fueron llevados al Nuevo Mundo por los europeos durante la época de las conquistas españolas. Como los indígenas no tenían resistencia natural a estos virus, murieron millones durante las epidemias.

La viruela provocó más muertos que las guerras mundiales, unos 300 millones de personas. La peste negra o peste bubónica causó sucesivas pandemias y en la Edad Media cobró la vida de la mitad de la población de Europa, alrededor de 200 millones de personas. La gripe española fue tan devastadora que mató entre 50 y 100 millones, más que todas las que murieron en la Primera Guerra Mundial. A causa del VIH/Sida han fallecido entre 25 y 35 millones.

A estos habría que agregar otros virus como: el cólera, el ébola, la rabia, la poliomielitis, la rubeola, la fiebre amarilla, encefalitis, los que causan la hepatitis, el dengue, gripe aviar, gripe porcina, gripe asiática, gripe de Hong Kong, el SRAS…

 

Enfrentando el virus en el pasado

La plaga, de Elliant Louis Duvenau

 

Se ignoraron los avisos y advertencias

El nuevo virus respiratorio SRAS-CoV-2 pudo ser evitado. Al menos contenido en su lugar de origen, con determinadas medidas que debieron ser tomadas al principio. Si hubiéramos estado preparados el mundo no se habría detenido. No se habría creado el distanciamiento social y ahora no sentiríamos esta inmensa desolación.

La pandemia estaba anunciada a través de explícitas y repetidas advertencias de científicos, epidemiólogos, de avisos de alerta de la OMS, del aviso de Bill Gates en el 2015 y otros informes. Además los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades vienen monitoreando e investigando la infección de seres humanos con virus de la influenza que proviene de los animales. Y han trabajado continuamente para mejorar la preparación y respuesta en caso de una pandemia.

Un grave obstáculo ha sido la lentitud en la transmisión de la información a las organizaciones centrales. Esta toma demasiado tiempo, si la comparamos con la velocidad de propagación de un virus como este. El mundo científico sabía que iba a ocurrir, que inevitablemente volvería una infección de virus pulmonar y no se tomó en serio. Los gobiernos estaban informados pero, no se molestaron en prepararse. Es increíble cómo se han desmantelado servicios de salud pública y mecanismos de respuestas que necesitamos para sobrevivir.

Enfoques y manejos diferentes de un mismo problema

Todas las sociedades del mundo son vulnerables a esta crisis. Pero, sus capacidades de respuesta son diferentes debido a las propias diferencias entre unas y otras, como: nivel de desarrollo, nivel de desigualdad, capacidad de los servicios sanitarios, acceso a internet.

Algunos han llevado a cabo más pruebas y su situación es mejor si la comparamos con el resto. La suerte de otros ha dependido en gran medida de cómo han manejado la crisis sus líderes. No es lo mismo la gestión caótica y peligrosa de Trump, que la realizada por otros líderes. Este no permitió que se efectuase ninguna preparación previa, informando mal a la gente, conduciendo a EE. UU. siempre en medio de polémicas y extravagancias. Muy diferente a lo sucedido en Singapur, Alemania o Nueva Zelanda, donde ha sido palpable la rápida y eficaz reacción del gobierno. Son líderes que han mostrado visión a largo plazo y decisión para actuar rápido.

 

Mujeres empresarias trabajando con mascarilla

 

 

Estos últimos meses de confinamiento hemos estado viviendo una «anormal normalidad» o «covidianidad». Una pesadilla que ha cambiado nuestras sociedades y ahora pasaremos a la «nueva normalidad». Mientras esperamos por las vacunas en este mundo COVID que ahora habitamos, tendremos que aprender a convivir con el virus. Necesitamos cambiar la forma en que vivimos y trabajamos. Transformar nuestra manera de socializar, de movernos, de consumir…

Las medidas fundamentales de protección y contención para hacer frente a la crisis sanitaria provocada por la COVID-19 son:

  • Uso obligatorio de mascarillas
  • Distancia interpersonal de entre 1.5 y 2 metros
  • Medidas rigurosas para la detección y aislamiento de pacientes afectados
  • Planes de contingencia en caso de rebrotes
  • Ordenamiento de los puestos de trabajo. Organización de turnos para evitar aglomeraciones. Horarios de trabajo flexibles (el trabajo remoto será mucho más aceptado). Limpieza y desinfección de equipos
  • Rediseño del transporte
  • Adecuación de los centros docentes
  • Establecimiento de un por ciento límite a la ocupación hotelera, a los centros y locales comerciales, museos, cines, iglesias…
  • Formará parte también de esta nueva normalidad en algunos países, el rastreo de los teléfonos móviles. Aunque sea para una buena causa, abre la posibilidad a una vigilancia masiva digital. Algo que podría generalizarse y ser «normal» luego de la pandemia.

 

Niños con mascarillas recibiendo clases

 

Males que se propagan con el virus…

Hay quienes olvidan que el enemigo es el virus (o las causas que han generado una pandemia). Y lo han cogido de pretexto para incriminar a sus adversarios, para dar discursos de odio y difundir mensajes de división y teorías conspirativas. Se han desatado egoísmos, y la desconfianza ha crecido en la vida cotidiana.

A esto han ayudado en gran medida las redes sociales, que hacen que las ideas se polaricen. Estamos viendo cada segundo información nueva que no verificamos. Ya sea porque pensamos que quien nos la envía es una persona seria, que ya verificó la información antes de compartirla, o porque confiamos en los algoritmos que deciden qué es lo que vemos cuando iniciamos una búsqueda.

Es así que se dan fenómenos como la infodemia (difundir noticias falsas sobre la pandemia). Una intoxicación mediática que se propaga con igual velocidad que el virus. Estas noticias falsas, aún después de ser desmentidas en las redes sobreviven, porque siguen compartiéndose sin control. ¿En qué nos convertiremos si seguimos delegando la inteligencia y nuestro pensamiento crítico?

Somos culpables de no tomar la amenaza en serio

Momentos como estos sacan a relucir lo mejor y lo peor de la humanidad. A pesar de todos los esfuerzos mundiales, lo cierto es que hasta que no termine esta pandemia no será posible sacar conclusiones. Será entonces que podremos aprender las lecciones para la próxima vez. Algo que está por verse.

Lo que ha sucedido hasta ahora es que cuando hay un brote se invierten enormes recursos en su erradicación. Pero, cuando se termina no se sigue invirtiendo de manera sostenible en la prevención y preparación ante futuras pandemias.

La incertidumbre es grande. Pudiéramos estar sólo al inicio de esta tragedia. No sabemos aún cuál será la panorámica mundial cuando esto termine, de cuántas maneras nos habrá afectado este coronavirus. Pero al día de hoy, si miramos atrás en la historia y analizamos cómo han sucedido las cosas, tendremos que admitir que es culpa nuestra como especie que esta epidemia nos tomara desprevenidos. Somos culpables de no tomar la amenaza en serio y de no tener la firme disposición de enfrentarla desde su inicio de una manera racional y científica.

 

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