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¿Culto al trasero: maldición, bendición, arma erótica…?

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Pera que sugiere la forma del trasero femenino.

¿Principal arma erótica? ¿Obsesión global? ¿Fenómeno viral? ¿Fetiche? ¿Máquina de hacer dinero? ¿Prodigio de la estética? ¿Nuevos cuerpos? ¿Llegando a lo grotesco? ¿Cuerpos desproporcionados? ¿Era de las posaderas descomunales? ¿Culto al trasero? ¿Sueño americano encarnado en el trasero? Todo eso y más. Estamos bajo el imperio del culo, que es el protagonista indiscutible, la nueva «cara» de estos tiempos y se expresa a través del «belfie» (foto para destacarlo en sugerentes posturas).

El impulso de mirar traseros es muy natural. En una época muy lejana, la mirada y el trasero se encontraban a la misma altura. Luego de mucho llover llegamos a la época de «sin tetas no hay paraíso» y ahora… Bueno… pónganle ustedes el nombre…

 

Culto al trasero en ropa deportiva, en las redes sociales.

Ya es tan común ver traseros como rostros, gracias a las redes sociales, en las que se realza esta parte de la anatomía femenina.

 

De auténtica maldición a la mayor de las bendiciones

Resulta paradójico cómo varía la significación que puede tener la dimensión del trasero de una época a otra. Hace dos siglos una mujer africana, Sarah Baartman («La Venus Hotentote») fue convertida en atracción de circo en Londres y París, por sus enormes nalgas. Fue explotada, ridiculizada, cosificada y tratada como un fenómeno humano. Una historia verdaderamente indignante.

En otros momentos de la historia (no muy lejanos) las mujeres que tenían un trasero prominente eran asociadas a una moralidad inferior por lo que, en ciertos círculos, eran marginadas. De auténtica maldición esta cualidad ha pasado a ser la mayor de las bendiciones, adquiriendo una connotación totalmente diferente.

 

Es inevitable preguntarse: ¿Por qué tantas féminas quieren tener nalgas abultadas? ¿Qué hay detrás de esa fiebre por poseer y exhibir una retaguardia prominente? Sucede lo mismo que con otros cánones de belleza impuestos por las famosas.

Muchas, sienten la presión de la competencia y, sin importar su estrato social, quieren parecerse lo más posible a los estereotipos que se promueven, a sus ídolos, tener su «encanto», maximizar su sexualidad y buscar reconocimiento erótico a como dé lugar.

Para no pasar desapercibidas y conseguir la tan anhelada aceptación social, necesitan unas buenas pompis, unas que atraigan las miradas de todos y enloquezcan a los hombres. En esta carrera pareciera que no hay límites: mientras más grande mejor.

A base de implantes o liposucciones en las zonas aledañas al trasero (las cuales donan la grasa a injertar), se remodela la figura (lipoescultura) y se consiguen unas siluetas de reloj de arena, imposibles de otro modo. Glúteos voluminosos que desafían la gravedad y una cintura de avispa son el objetivo a lograr.

 

Caderas y nalgas pronunciadas

La obsesión por un cuerpo perfecto a veces lleva al exceso.

 

El culto a esta parte de nuestra anatomía es tal que, incluso hay medidas para el «culo perfecto», maquillaje para esta área, se le dedican canciones, sesiones fotográficas, bailes y movimientos específicos. Es el caso del twerking, un fenómeno que ha venido a impulsar aún más esta tendencia, a tal punto, que para muchos el mundo se divide entre mujeres que perrean y mujeres que no perrean. Como si mover el trasero fuese la cualidad más envidiable en una mujer.

Siguiendo esta tendencia de querer todas el mismo cuerpo y ser copias unas de otras, el panorama se ha atestado de falsas culonas que han convertido al trasero en su seña de identidad o carta de presentación.

¿Vale la pena arriesgarse tanto para conseguir unos glúteos llamativos?

No hay dudas de que las que exhiben estas pompis descomunales saben explotar este «valor añadido» o «bien de consumo» y le sacan el máximo provecho. Pero, ¿vale la pena? Son innumerables los casos de muerte durante y después de una gluteoplastía. Muchos de los centros que la realizan trabajan de manera irregular, sin la debida autorización, sin personal calificado, con tecnología no adecuada al servicio ofertado, falta de equipo de emergencia y de soporte.

Son comunes las denuncias por mala práctica médica. Instituciones médicas de prestigio y profesionales de este sector, han alertado de los peligros que conllevan los procedimientos quirúrgicos en los glúteos, los cuales presentan la más alta tasa de riesgo de mortalidad, muy por encima de otras intervenciones.

Es frecuente también recurrir a las ofertas de personas sin el conocimiento médico para estas prácticas, ni estudios que validen el uso de equipos y productos para aplicar en el paciente. Estos realizan «sus procedimientos» en salones de belleza, clínicas de garaje o cualquier otro lugar dudoso, que con precios demasiado bajos y una buena publicidad, nublan el entendimiento de mujeres obsesionadas con conseguir la «cola perfecta».

Al final terminan siendo tratamientos ilegales, como las inyecciones de silicona de grado industrial o biopolímeros, que causan grandes infecciones y necrosis o alogenosis iatrogénica, la cual muchas veces no puede revertirse. También es muy frecuente quedar con deformaciones, nódulos cutáneos, ulceraciones, parálisis, lesiones nerviosas, pérdida de sensibilidad, problemas motores o sufrir una embolia grasa. ¿No serían mejor unos glúteos caídos, o de poco volumen a tener que pasar por complicaciones como estas?

 

Aplicación de relleno en las nalgas de una mujer

Hay que pensarlo bien antes de infiltrar cualquier sustancia en esta zona de nuestro cuerpo.

 

Vivir del cuerpo o de trozos del cuerpo es una decisión de cada quien pero, antes de hacer cambios tan drásticos en tu anatomía deberías pensar si vale la pena poner en riesgo tu vida. Además, unas posaderas descomunales destruyen las proporciones naturales del cuerpo de la mujer y pueden ser un peligro para su salud y bienestar físico.

Siempre es posible recurrir a procedimientos menos invasivos como laserlipólisis, que disuelve bolsas de grasa que el propio organismo elimina de manera natural, sin tener que succionar, o un levantamiento para mejorar la apariencia de los glúteos, sin añadir volumen. Y, teniendo muy presente que, si ya decidiste someterte a uno de estos procedimientos y no hay marcha atrás, ponerte en manos expertas es vital.

Cambiando y rehaciendo sin miramientos

¿Dónde quedó aquello de: «mente sana en cuerpo sano»? El equilibrio se ha perdido. Seccionar el cuerpo femenino en partes, convirtiendo cada una en un producto del mercado, no es sano y, además, es una mayúscula ordinariez. Aceptar que nos impongan una visión tan limitada de las mujeres sobre sí mismas no es una opción.

Las mujeres estamos ignorando que somos parte de la naturaleza. De esa que abusamos y destruimos continuamente sin medir consecuencias. Y algo similar ocurre con nuestro cuerpo, el cual estamos cambiando y rehaciendo sin miramientos, para adaptar sus formas y medidas a lo que hoy se considera bello. Mutilar, adulterar y remendar tu cuerpo puede hacerte parecer más «bella», según el canon actual, pero no serás auténtica, no serás tú.

No querrás que te pase lo que a Khloé Kardashian que fue confundida hace un tiempo con Kate Beckinsale. Algo que no es de extrañar en alguien que ha cambiado tanto y tan a menudo. Adocenarse por voluntad propia es absurdo y patético. Cada mujer es bella a su manera personal e intransferible. Digamos NO a los estereotipos y a la diversidad.

Tu vida se muestra en tu rostro y en todo tu cuerpo. Hay que estar orgullosa de lo que este refleja, porque es tu biografía la que traza el contorno, completa, perfecciona y embellece tu anatomía. Es más cautivante la solidez de convicciones que la firmeza de unas curvas. Como diría un gran amigo: «La falta de magia no se arregla con silicona».

 

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