¿Válvula de escape para la aburrida vida del confinamiento?, ¿Sustento económico en meses de paro laboral?, ¿Auge del sexo on-line?
El afán exhibicionista de estos tiempos es una moda en la que no todos entramos. A muchas (y a muchos) nos ha sucedido que cuando subimos una foto a Instagram, en la que se puede apreciar nuestro cuerpo, inmediatamente llueven los likes. Sin embargo si se trata de una foto con ropa más formal en una reunión de trabajo, no tiene la misma repercusión. Y es que el foco de atención está puesto en el cuerpo y la sexualidad.
El resto de las redes sociales, y la sociedad en general, propagan y eternizan ese estereotipo de la mujer como objeto del deseo sexual del hombre. Algo que se ha afianzado más aún con el auge del sexo on-line en los meses de crisis sanitaria.
Un producto de estos tiempos: OnlyFans
El sitio preferido para este fin es OnlyFans. En el están los «influencers» del nuevo porno o porno amateur, con una estrategia bien definida, que integra la utilización de todas las plataformas de forma conjunta. Tanto Twitter como Instagram funcionan como plataforma publicitaria, como lugar de caza de posibles interesados en «ver más». En estas generan seguidores con imágenes provocativas, y de ahí los llevan a su canal de OnlyFans, donde los fanáticos pagan por sus servicios «privados».
Pueden suscribirse al perfil que quieran, pero para ver sus contenidos hay que abonar un dinero mensual. A cambio tienen contenido subido de tono a diario, fotos de desnudos sin censura. También espacios privados si quieren algo exclusivo, o interactuar con el «influencer». Por supuesto, tendrán que pagar más por estos servicios. Los videos enviados en privado a los usuarios que los solicitan es lo que más dinero suele dar en sitios como este.
El 80% de lo recaudado con las suscripciones y las propinas es para el autor o la autora y el 20% restante se lo queda OnlyFans. Una comisión bastante alta, teniendo en cuenta que la plataforma no promociona a sus «creadores de contenido», los cuales van a Twitter para ello. Aún así es muy atractiva para quienes mercantilizan su cuerpo, por la ausencia de límites, porque pueden compartir lo que quieran. Cada uno es dueño del contenido que sube y no hay censura.
Artistas que prestan «un servicio»
En su perfil, estos «influencers» se describen como artistas, creadores de contenido, actores, performers. Y si vas a Twitter, o a su cuenta de Instagram, las profesiones están más lejos aún de la pornografía. Algunas trabajadoras sexuales de OnlyFans no quieren ser definidas por lo que hacen, y le quieren dar otra connotación a esta «prestación de servicio». Pero, su falta de pudor, de toda vergüenza al mostrarse desnuda a cualquiera que pueda pagar sus «servicios», siempre tendrá las implicaciones negativas de este tipo de actividad.
Si te vendes tendrás sólo el valor de un objeto y te arriesgas a ser usada y luego desechada. Además de la fuerte carga emocional que conlleva estar constantemente desnuda ante desconocidos. Y es que no son máquinas sexuales, son personas con sentimientos y emociones. A menudo, reciben comentarios muy sucios y críticas de sus propios clientes. A esto se añade que hace poco se produjo filtración de fotos y videos pornográficos del portal, que quedó al descubierto y accesible de forma gratuita.
Ser mujer en Egipto: control inflexible sobre la sexualidad femenina
En medio de este auge del sexo on-line o nueva modalidad de «entretenimiento global», contrasta mucho una noticia que se hizo viral en días pasados. Se trata de la condena a tres años de cárcel y a pagar una elevada multa, de la bailarina de belly dance egipcia Sama el-Masry, por el contenido publicado en sus redes, calificado como indecente.
Si se revisa ese contenido que, según el tribunal egipcio atenta contra la moral pública, e incita a la prostitución, no encontramos nada realmente ofensivo. Sólo una mujer muy segura de su atractivo, que disfruta resaltando sus curvas, sobre todo el trasero y sus senos. Pero, sin ningún desnudo, ni mostrando en exceso, como estamos ya acostumbrados a ver de este lado del mundo. Ni siquiera sus bailes pueden calificarse de indecentes como han dicho sus acusadores.
Sería interesante averiguar qué calificativo le pondrían estos hombres egipcios a un twerking, y cuál sería la condena para la que osara moverse así. Hombres que, por cierto, han hecho de Egipto el país más injusto y peligroso para las mujeres.
Otras mujeres condenadas
El de El-Masry no es un caso aislado. Es muy conocida la denuncia hecha en el 2017 por un grupo de abogados en contra de la actriz Rania Youssef por libertinaje y por incitar a cometer lujuria. El delito: ir al Festival Internacional de Cine de El Cairo ataviada con un vestido negro que tenía algunas transparencias. Ella tuvo que disculparse públicamente.
En este año sucedió la tragedia de la joven polaca Magdalena Zuc, que viajó a Egipto y fue drogada y violada por musulmanes antes de morir. Está también el escandaloso caso de la violación grupal de la periodista sudafricana Lara Logan en el 2011. Y el asalto en masa de que fue víctima la periodista de France 24, Sonia Dridi.
También fue condenada la cantante Laila Amer a dos años de cárcel, por incitar los «instintos sexuales» en un videoclip. En los últimos meses varias mujeres han sido detenidas por sus canales de YouTube, TikTok e Instagram, siendo investigadas por supuesto libertinaje o prostitución. Tal es el caso de Haneen Hossam que fue arrestada a mediados de abril, acusada de realizar actos inmorales, a través de la aplicación TikTok.
Esta ley del cibercrimen aprobada en el 2018, en la cual se están escudando los tribunales egipcios para condenar a estas mujeres, si fuese aplicada al resto del mundo, tendría que poner tras las rejas a miles de mujeres. Algo tremendamente injusto para todas, pero sobre todo para aquellas que no nacieron en una sociedad como la egipcia que, en cuanto a los derechos femeninos, ha sufrido una involución, un enorme retroceso. De una sexualidad que era vivida de manera natural por ambos sexos, sin tabúes, en épocas pretéritas, se pasó a un control férreo de la sexualidad femenina por parte de los hombres.
Nueva forma de vivir la sexualidad que propicia la tecnología
Las tradiciones y costumbres que caracterizan a un pueblo influyen en la sexualidad. También el significado que tiene el hecho de ser hombre o ser mujer en diferentes culturas. Los roles que cada uno desempeña en ellas condicionan la forma concreta de vivir la sexualidad.
OnlyFans es un producto de estos tiempos. La exhibición en línea como método de estimulación sexual es hoy un fenómeno global. La tecnología cambia la dinámica de la sociedad constantemente, y magnifica nuestras deficiencias y virtudes. Ha propiciado opciones de entretenimiento más solitarias. Estas tienen efectos notorios en el sistema de valores de las personas y en su sexualidad. Esta herramienta online de pago ha sido catalogada de «nuevo proxeneta mundial» o «proxeneta inalámbrico», sin acoso de la policía, sin límites legales, ni censura local.
Pornografía glamorosa o prostitución como trabajo regular
No se trata de poner en tela de juicio la libertad de expresión, libertad de trabajo, la sexualidad libre, desprejuiciada, ni la prostitución como trabajo, ni el «empoderamiento de la mujer». Ni siquiera, incluso, la satisfacción de todas las perversiones, fetiches y caprichos de los hombres que pagan por eso.
Se trata de la influencia nociva de la pornografía sobre la juventud y la niñez. Esta pornografía glamorosa se está convirtiendo en el sueño de chicas muy jóvenes, en el modelo de trabajo que pretenden ejercer, en una salida rápida para hacer dinero.
Es cuestión también de entender que la pornografía no es un trabajo regular. No lo puede ser, porque esta actividad aniquila tu dignidad y tu vergüenza y te convierte en «cosa», en mercancía a la venta. Es un negocio al cual no le importas tú, sino cuánto dinero puede generar tu cuerpo. Siempre ha sido un negocio donde los involucrados tienen sangre en las manos.
No juzgamos a quienes lo hacen…
La trata de mujeres, secuestros, violaciones, maltratos físicos, drogas, mafias… son fenómenos asociados a esta industria. Y no importa que ahora te los presenten bien maquillados y pasados por un «filtro inocente», disfrazados de libertad e independencia. Sigue satisfaciendo a un mercado machista que tritura y destroza mujeres en el perpetuo rebuscamiento de la satisfacción del ego masculino.
La cuestión de qué tan voluntaria y deliberada es la decisión de vender sus cuerpos en el mercado, o si es una decisión que se da por falta de otras posibilidades, origina siempre una disputa que no acaba nunca. No juzgamos a quienes lo hacen porque quieren, porque les gusta, o por necesidad. Pero, sí deberían importarnos las repercusiones que esto podría traerle a la mujer, a las jóvenes y a las niñas de hoy.
En este punto cabe preguntarse: ¿Si no existiera un sistema que reproduce las precariedades de la mujer, un sofisticado mecanismo de control social, un mundo machista en el que siempre se ha cosificado a la mujer… existiría este tipo de transacción económica?
El mundo tiene una deuda histórica con la mujer, con todas, incluidas las trabajadoras del sexo. Mujeres que, sumidas en esa condición por necesidad, son vulneradas sistemáticamente por este sistema hecho por hombres para hombres. Y, que a pesar de los logros alcanzados en años de luchas por nuestros derechos, aún nos asfixia y aplasta.
El mundo virtual desvirtúa el sexo real
El mundo virtual crea una separación con la vida real, que es muy nociva para los jóvenes que inician su vida sexual. Más aún en esta época de obsesión por la belleza y la juventud. Obsesión que lleva a muchos a tratar de imitar a las estrellas de los medios. «Estrellas fugaces», que continuamente son tentadas a vender sus cuerpos en una prostitución de alto nivel.
La pornografía es una relación básicamente genital, una forma de dominación que desvirtúa el sexo real. Y que además, alimenta insatisfacciones personales y carencias patológicas.
No es una forma sana de concebir, ni de vivir las relaciones en el plano sexual, porque la sexualidad no es sólo penetración y eyaculación. El erotismo presente al tocar la piel, sentir el olor del otro, su respiración, es algo que no es posible con una pantalla.
«La sexualidad no es una actividad de medio tiempo. Es una forma de ser». (Alexander Lowen)