Actualmente estamos enfrentando la mayor crisis social, un «shock» desconocido en tiempos de paz, una crisis con profundos riesgos y consecuencias negativas. Y se hace más difícil por la necesidad de medidas extremas, como lo ha sido el estado de cuarentena global, que nunca antes se vivió. ¡Y la pandemia recién comienza!
Se han tomado medidas desacertadas que nos ponen en riesgo a todos. La salud y la vida de las personas tienen que estar por encima de la producción y el consumo. Sacrificar vidas humanas para mantener viva la economía no es ético, pero hay lugares donde se han reiniciado labores de manera arbitraria, sin estar preparados, y el personal se ha contagiado. Hay que estar a la altura del reto al que nos enfrentamos si queremos evitar un costo social y económico aún mayor en el futuro.
La segunda ola, o los brotes que ya tenemos, no es lo más preocupante, sino saber que estamos sólo al comienzo de esta pandemia, que podría durar varios años. Este es un virus mucho más contagioso y sigiloso, que se esconde mucho mejor que otros ya conocidos, como el SARS y el MERS.
Aprendemos más cada día sobre el coronavirus, pero seguirán surgiendo preguntas, debido a la complejidad de este virus y a la urgencia de soluciones. Algunas cosas sí parecen claras, como el hecho de que la única salida real de esta crisis es una vacuna que se pueda implementar en todo el mundo (lo que constituye un gran desafío en términos de logística). También ha quedado claro que no sólo afecta los pulmones, sino también los riñones, el corazón y el sistema circulatorio. Habrá cientos de miles o más en el mundo que necesitarán tratamientos como la diálisis renal por el resto de sus vidas.
A estas alturas ya conocemos algunas características típicas de este coronavirus, como por ejemplo:
– Es más contagioso y letal que la gripe
– Es más contagioso que agresivo, por lo que su efectividad se basa en cambiar de cuerpo antes de perder la guerra contra nuestro sistema inmunológico
– La tos y la fiebre aparecen cuando la persona lleva varios días infectada y transmitiendo el virus sin darse cuenta
– Muchas personas no mueren por el daño tisular causado por el virus, sino por la respuesta exagerada de su sistema inmunitario, que no sabe qué hacer con el virus (la llamada tormenta de citocinas)
– Muchos quedan con afecciones crónicas
Estar concentrados y ocupados con los aspectos biológicos y médicos durante esta crisis aguda, no nos deja ver a largo plazo. Aún no se tiene conciencia a nivel mundial de que recuperar o volver a una sociedad normal, por más que lo deseemos, va a ser sumamente difícil sin vacunas que nos protejan contra la transmisión. Tampoco se trata sólo de esperar una vacuna mágica, hace falta un cambio de conducta a gran escala. Y, aún si contamos con una vacuna eficaz al 100% para el 2021, tendremos que seguir cambiando nuestra forma de relacionarnos con los demás.
En general no estamos preparados para la segunda ola. Los errores cometidos hasta ahora, muchos ni siquiera los reconocen… ¿Y así cómo se pueden implementar estrategias y desarrollar planes efectivos para erradicar la pandemia? Necesitamos un liderazgo político fuerte, que nos muestre un horizonte realista hacia dónde dirigirnos y que sea capaz de asumir decisiones complejas.
Esta crisis ha dejado muy claro el valor de la mujer a la hora de hacer política en situaciones críticas. Así lo demuestra el brillante papel desempeñado por las gobernantes de Alemania, Nueva Zelanda, Taiwán, Islandia, Finlandia, Noruega y Dinamarca. Es un estilo de liderazgo más eficaz y compasivo. Ellas han salvado vidas con su enorme creatividad al buscar soluciones, con decisiones rápidas, mensajes claros, ejecución de medidas correctas, firmes y drásticas.
Las mujeres acuciadas por las múltiples tareas que a diario desempeñamos, hemos desarrollado una gran capacidad de previsión, de anticiparnos a los acontecimientos. Y, esto es algo esencial en situaciones como esta pero, la carga sobre nuestros hombros es demasiado pesada. Ya otras crisis anteriores han afectado nuestra calidad de vida. En el caso de esta, el tiempo de convivencia en casa ha aumentado con el «home office»y el «homeschooling». A lo que se añade el cuidado de otras personas, ya sean familiares, ancianos o personas con necesidades especiales. Además debemos conciliar la vida laboral con la desigual distribución de las tareas domésticas y añadir a esto las tensiones dentro del hogar por el largo encierro.
La responsabilidad política debe ir unida a un sentido de comunidad, redes de apoyo y solidaridad para poder enfrentar las transformaciones que se requieran y los nuevos estilos de vida. El camino es largo, la pandemia recién comienza y debemos estar unidos para salir de esta crisis.
Algunos de nuestros hábitos quizá cambien para siempre, como la manera de viajar, la alimentación, la manera de acceder a servicios médicos y la forma de realizar actividad física. La gente prefiere no visitar los hospitales por miedo al contagio, por lo que las consultas médicas serán diferentes, mediante el uso de tecnologías de telemedicina. Cocinar en casa seguirá siendo una prioridad, al igual que verificar la procedencia de los alimentos que se adquieren. Compraremos artículos libres de riesgo que cumplan con los estándares de seguridad e higiene más altos. No iremos a las tiendas por miedo a otra ola de infección y porque no será necesario, pues podemos adquirir productos desde la comodidad del hogar. Son costumbres que se han generado en la manera de consumir y que probablemente se queden con nosotros.
Del mismo modo hemos incorporado pequeños hábitos que se han vuelto parte de la rutina diaria como: reservar unos zapatos para salir y dejarlos fuera de casa, destinar una ropa específica para nuestras salidas, lavarnos las manos continuamente y desinfectar cualquier producto nuevo.
Así como hemos implementado cambios en nuestro diario vivir, todos podemos hacer algo para el bien común: ayudando a los demás en la medida de nuestras posibilidades, ya sea a vecinos que viven solos, a familiares en apuros o amigos que necesitan consuelo; no transmitiendo mensajes que fomenten el odio, ni comentando rumores no confirmados en las redes sociales; usando racionalmente los recursos disponibles, sin despilfarrar comida, ni hacer gastos arriesgados; denunciando los abusos e injusticias que observemos en nuestro entorno.
Después de todos estos meses de crisis mundial a causa del coronavirus, aún se ocultan las raíces del problema con un discurso que confunde, atacando el síntoma pero no las causas profundas. El enemigo no es el virus en sí mismo, sino aquello que lo ha causado, y que volverá a causarlo si no hacemos algo al respecto.
Estamos invadiendo bosques tropicales, que albergan innumerables especies de animales. Cuando perturbamos estos ecosistemas, corremos el riesgo de liberar virus de sus anfitriones naturales, los cuales pueden saltar a los humanos. La tala de bosques, la minería, las carreteras, la expansión agrícola, la rápida urbanización y el crecimiento de la población, acercan a las personas y las especies animales. Nuestra irrupción en la naturaleza y su progresiva destrucción, está aumentando la probabilidad de más pandemias. Hay que asumir las causas ambientales de la pandemia y colocarlas en la agenda pública. Esto nos ayudaría también a prepararnos para responder al cambio climático.
Nos aguardan otras calamidades como la multiplicación de enfermedades ligadas a la contaminación y al agravamiento de la crisis climática. Es vital tener presente que somos inter-dependientes tanto los individuos como los países y necesitamos unirnos para hacer frente a los terribles efectos del cambio climático, para revertir los daños causados al medio ambiente y para hacer frente a nuevas pandemias. Necesitamos una mejor relación con la naturaleza, un vínculo de vida, no de destrucción. Nuestro presente y nuestro futuro como especie están comprometidos. Estamos ante un problema de implicaciones globales y todos tenemos una cuota de responsabilidad. La necesidad de la supervivencia y el cuidado de la vida pueden conducirnos a una forma de pensar más integral y transformadora. ¡Y ojalá que así sea!
Todo lo que estamos viviendo tiene que abrir nuestros ojos, hacernos ver que no somos invencibles, hacernos comprender lo que es verdaderamente esencial en la vida. Si tomamos decisiones que contribuyan a sacar lo mejor del ser humano, la convivencia será más armoniosa, más justa y más satisfactoria para todos. Pero, que sigamos la senda de la responsabilidad, la solidaridad y la justicia y mantengamos esta decisión, es algo que está por verse. Sólo el tiempo lo dirá.
¿Tendremos la capacidad de tomar y sostener ese curso de acción?